Las olas con el murmullo de fondo, las margaritas sonriendo en los prados, los cantos de los grillos al anochecer, y el aroma de los sanjuanes en flor en los amaneceres llenos de luz y color.
fue entonces, al recordar todo esto, mientras hacía las maletas con destino a Roses, cuándo me di cuenta de que antes, al menos en mi barrio, nadie se iba de vacaciones, a no ser algún adelantado que marchaba todo el verano de campamento de verano, y luego llegaba con nuevos "inquilinos" en la cabeza...
Recuerdo los veranos en casa de mi abuela, dónde trabajaban todo el año, la tierra y el ganado, que no cesaba de comer en verano,y ni un sólo día de fiesta.
Las tardes en casa de mi tía Agustina, que me daba para merendar los chorizos que ella misma hacía con la carne de los jamones de los cerdos que criaba, y que estaban riquísimos, y que yo comía con verdadero placer, ojeando las revistas de moda y patrones de su época de modista y diseñadora.
Me vienen a la cabeza las mañanas en casa de mi tía Carme, en el bar de La Peñuca, las escaleras de madera que crujían al subirlas, los cariñosos zapateros que trabajaban en el sótano remendando zapatos y botas, y las tardes de tostadas de mermelada y mantequilla en la cocina charlando con mis primas.
Por eso, cuándo estas vacaciones me fui a Roses Figueres, me deleité con Dalí, y disfruté de las playas, y también me fijé en las personas que trabajan cómo mis tíos, cómo mi abuela, todo el año, y lo hacen con una sonrisa, con alegría y buen humor, porque el verano es alegre para todos, y si lo miras bien, las vacaciones no es la única época en la que puedes relajarte un poquito, sino que todo el año, y todos los días, hay momentos de relajación, de magia, de instantes únicos que un día recordarás con cariño, de tranquilidad y de sonrisas... todo es saber buscar "tu oasis" particular.