-Está lleno de luciérnagas_ dice el Primo.
-Si las miras de cerca- dice Pin- las luciérnagas también son unos bichos asquerosos, rojizos.
-Sí -dice el Primo- pero vistas así, son bonitas.
Y el hombretón y el niño siguieron caminando tomados de la mano, y, rodeados de luciérnagas se internaron en la noche."
Italo Calvino.
" El sendero de los nidos de araña"
Era una mañana fría, de primeros de otoño. El alba rosada ya había dado paso a un sol amarillo y pálido. A los geranios casi no les quedaban flores y los pétalos rojizos y blancos se arremolinaban en el patio, así que salí afuera con el escobón a barrer las primeras hojas de los árboles. Entonces la vi, dirigiéndose hacia mi pastelería y decidí jugármela, invitándola a desayunar. Llevaba una falda de flores vaporosa, con una camisa blanca, y una chaqueta de cashmere, verde botella. La piel morena aún, el escote precioso.
Hablamos poco, porque ella debía tomar un tren. Y así fue cómo la conocí Ms Marple, por casualidad.
-Por casualidad no, Tom, a mí no me engañas... la espiabas desde tú balcón, ella me lo confesó.
La casera rió con aquella risa falsa que a mí tanto me molestaba—y añadió:
-¿ Acaso crees , pobre inocente, que una chica joven y guapa, va a quitarse el albornoz delante de tu ventana, todos los días, y ponerse un liguero un lunes para ir a trabajar si no es porque sabe que la estás mirando y eso le gusta?
- ¡ Por Dios exclamé yo- ¿hasta dónde sabe de nuestras vidas?
-La vi entrar sobre las diez, ya habías cerrado hacía un rato...
- ¿ Y qué más vio? -insistí.
- Bueno, estaba estupenda, con su vestido satén esmeralda, su pelo rojo y salvaje cayéndole por la espalda, zapatos negros... Usted parecía explicarle cómo se hacía una tarta. Había un bol de fresas sobre la meseta, un volcán de harina... huevos en un cuenco... ¿ De verdad quiere que siga Tom...?
No hizo falta que Ms Marple me diera más detalles: todo regresó a mi memoria, fresco como un bizcocho de domingo. Las braguitas de encaje, su perfume a jazmín, su lengua lamiéndome los dedos... Nos gustaba rebozarnos con la harina, embadurnarnos de mermelada, juguetear con la crema de chocolate...
-Alguien le dió el chivatazo ¿sabe? alguien se lo espetó a Philip, y todo se fue al traste -me lamenté yo.
-Dígame: ¿ Cómo reaccionó el marido, Philip? -me preguntó la anciana.
-Al principio estaba fuera de sí. La llamó zorra, y a mi me asestó un puñetazo y me reventó un labio... luego se echo a llorar arrodillado en el suelo.
-¿ Y ella?
- ¡Ella! Recogió las bragas y el sostén y se puso el vestido sin la ropa interior, y le suplicó a Philip que la perdonase, que yo no significaba nada.... ¿Cómo pudo decirle eso? ¡ella me amaba!
La luz de la tarde caía sobre las baldosas de color tablero de ajedrez. Puse café en la cafetera.
-¿ Y es por eso por lo que le encargaste la vajilla de cerámica? ¿ Una excusa para poder verla de todos modos?
-Sí... pensé que si conseguía volver a enamorarla, podría recuperarla, así que fui a su taller, y le encargué treinta y dos piezas de ceramice hechas por ella. Flores chinas sobre fondo azul frío. Es una artista.
- ¿ Y a ella... se le ablandó el corazón? ¿La recuperó?
-Oh, no, no... todo se complicó aún más, a causa de Ruth.
El gato "Mus" se acercó a sus piernas, y se restregó contra mi invitada, ronroneando.
-¿Y quién es Ruth?- La cara de Ms Mrple era un mapa de arrugas subiendo y bajando movidas por las cejas.
-La colaboradora de Lilith. Es hipnotizante. Cautivadora- le confesé a Ms Marple.
-Ruth y usted...
-Una mañana llegué al taller muy temprano, Lilith aún no había llegado. Ruth lloraba desconsoladamente. Una sopera hecha añicos por el suelo, su pelo enmarañado... Yo traía pasteles recién hechos y café para desayunar con Lilith, pero se los ofrecí a ella. -Mi casera puso cara de asombro.
-Y me lo confesó todo. Que ella y Philip habían sido amantes durante más de un año, y que Lilith estaba al corriente de todo, furiosa, y que por eso Lilith se había liado conmigo, para darle celos a su marido... y que ahora Philip ya no quería saber nada de ella, se lo había anunciado esa misma mañana.
Ruht entró en mi vida cómo un huracán, ¿Sabe? Sin avisar y sin permiso. No sé si fue por venganza, o porqué... le acaricié el pelo, luego la cara, nos abrazamos. Su piel sabía a pan. Lo hicimos de una forma salvaje, sobre una chaqueta de cashmere que había sobre una silla. Fue cómo si se desatara una tormenta, o cómo si dos icebergs chocaran y se derritieran juntos.
Le puse a Ms Marple una porción de "Selva Negra", su tarta preferida, y una taza de café humeante.
-¡ La has vuelto a hacer! -exclamó Ms Marple saboreando mi especialidad.
-Sí... desde lo de Lilith no había sido capaz. Las lágrimas amargaban la tarta.
Ms Marple consultó su reloj dorado.
-Se me hace tarde, debo irme. Muchas gracias por todo -se despidió.
La miré mientras se alejaba calle arriba: La niebla borrando su figura, su sombrero burdeos sobresaliendo sobre las demás cabezas, y el paquetito bailando en su brazo al compás de ella.
Lilith salió del comedor. Llevaba la misma chaqueta verde cashmere y la misma falda vaporosa que el día en que la conocí.
-¿Tú crees que nos dejará en paz, Tom? -su voz aterciopelada.
-Sí... al menos mientras le siga regalando mi tarta de los domingos... creo que sí- le susurré al oído, abrazándola.
-Y... ¿es verdad, eso que dijiste, los icebergs derritiéndose y todo eso?
-Por Dios, Lilith, pura literatura romántica, le dije mientras le quitaba la chaqueta cashmere y la besaba en el cuello.