viernes, 1 de julio de 2016

" Regreso al Castillo de Niebla"

Lista de tareas para la fiesta de Halloween:

  • Distribuir las tarjetas de invitados sobre las mesas.  Mrs Carrington no debe coincidir con los Mackenzie.
  • Decorar los centros de mesa, con las frutas  y flores de temporada: castañas, higos blancos y las buganvillas.
  • Disponer jabones perfumados en cada aseo, y barritas de incienso en el salón central.
  • Subir la temperatura de la calefacción a partir de las cuatro.
  • Dos botellas de champán por mesa, cubiteras con suficiente hielo.
  • Sacar brillo a la plata, pasar un paño de algodón a las lámparas de swarovski.
  • Guardar a los perros, Charlie y Brownie en sus casetas.
  • Música de Vivaldi al comenzar la recepción: Saludar a todos los invitados, (vigilar a Tom).

  Sophie ya tendría que estar jubilada desde hacía años, pero el miedo a la soledad de ella, y la falta de una  sustituta que agradara lo suficiente al maniático Ted, la convertían en la eterna ama de llaves del Castillo de Niebla.
  Nadie conocía cómo ella cada rincón y habitación del viejo castillo.  Nadie para leer cómo ella los ojos de su patrón, el viejo Ted. Sophie era callada y astuta.  Ya no quedaban negras tan reservadas y trabajadoras en Jackson. Las chicas nuevas, se iban de la lengua fácilmente: eran protestonas, criticonas  y descaradas, y  por menos de nada, se arremangaban las faldas, para darles una alegría a sus voraces  patrones.  Pero no Sophie.  Ella sabía guardar secretos,  mantener alejadas las manos blancas que no le pertenecían, y no olvidar cuál era su lugar y su papel. Sí. Las apariencias lo eran todo en Jackson, y los escándalos se pagaban muy caros.  Sophie supo eso desde muy niña,  luego de joven y ahora de vieja,  Por eso era dulce y firme a la vez. La perfecta ama de llaves.  

  Cuándo vivir entre el horror y el miedo es lo que has conocido desde el principio de los días, y cuándo cada día que pasa, es un día ganado a la desolación, la felicidad se convierte en esa invitada extraña, sospechosa e incómoda. Temes que esa recién llegada sólo venga de paso, así que no quieres encariñarte con ella, simplemente deseas en secreto que se vaya, para no tener que soportar el vértigo que producen la alegría, el amor, la ilusión y la dicha.
  Es verdad que la calma precede a la tempestad.

  Sólo había otra persona en el condado de Jackson que conociera tan bien cómo Sophie  "El Castillo de Niebla" y esa persona era yo -  su nieta Berta - antes de convertirme en el fantasma que habita y vaga  por sus estancias, buscando una paz que no hallé en vida.
  Nadie me creyó. Nadie confió en mí, y ahora sólo el Castillo, con sus muros de hiedra y moho y yo sabemos lo que verdaderamente ocurrió.
  La vida me negó una juventud feliz. A menudo, el destino juega con tus dados, y luego te señala, y tú no haces más que ir en contra de lo escrito  para ti, contra viento y marea, cómo un barco con velas de seda, en medio de un océano hambriento.


  Entonces te conviertes sin quererlo,  en una heroína para algunos, y en una traidora para otros. Eso es lo que ocurre con la fama, que te encumbra y te destierra según en boca de quién estés.
  Por eso ahora, mi única tarea es que algún ser vivo, honesto y valiente, descubra la verdad, y se haga justicia, y sólo así dejaré de vagar por este castillo, y de asustar sin pretenderlo a mi pobre abuela Sophie.

  A menudo, abría los ventanales  en  mitad de las noches frías de invierno, hacía ruido en la alacena con los platos, y me liaba a pelar patatas sin tino ni medida, para que mi abuela supiese que no estaba sola en el viejo caserón, sino que yo velaba por ella y la acompañaba.
  Ella salía en camisón, el pelo enmarañado, los pies descalzos sobre la madera aún caliente por la chimenea, y cerraba asustada las ventanas. Luego se sorprendía al ver las patatas peladas, cuándo al rayar el alba bajaba a desayunar a la cocina,  Entonces, cambiaba discretamente el menú que había escrito la noche antes en la pizarra, y aprovechaba para hacer tortillas, o ensaladilla con las patatas peladas. No comentaba a nadie el suceso, mas que a Ms Marple claro, que era de su total confianza, para que las demás sirvientas no la tomasen por una vieja que ya comenzaba a chochear.
  Era una  forma de decirle que aún estaba ahí, acompañándola en su dolor. Yo sé que me quería. Yo era su nieta preferida.

 Me enteré de la fiesta de Halloween por su "lista de tareas" que había dejado sobre la meseta  verde de la cocina. Decidí, que ésa noche, era perfecta para sacar a la luz el verdadero secreto que revelaría la verdad y el misterio que rodeó a mi desaparición. Entonces, la abuela lo entendería todo, y dejaría de ser la esclava del viejo y asqueroso Ted -  para el que había servido toda  su vida -  y encontraría fuerzas para plantarle cara, y exigir lo suyo.
  Ese era mi plan perfecto, hasta que llegó mi odiada hermana Brenda.

  Brenda era una falsa copia mía, que deseaba todo lo que yo anhelaba, y se empeñaba en quitármelo, sólo para demostrarme que ella era la mejor. Si yo elegía  para la fiesta de la comarca un vestido azul cielo, con guantes de seda amarillos cómo girasoles a juego con el sombrero de raso, ella corría a encargar a la modista otro idéntico, y le hacía coser noche y día hasta verlo acabado para llevarlo a la misma fiesta que yo, pero con la pamela más grande que hubiera encontrado en Tiffanys.

Si yo me interesaba  por algún chico,  -  y viendo que ya tenía una pieza de baile  prometida   con él  desde hacía semanas en el salón  "Cherie´s" -  ella se me adelantaba, y después de  tomarse varias limonadas con aguardiente, se lo llevaba casi arrastras al almacén de las cajas de botellas, y allí, en medio de telarañas y barriles,  le ofrecía de sus mieles, y luego corría a contarme - la muy puta -  si era buen  amante  o no merecía la pena.

- Lo hago para protegerte - me aclaraba -  Ese chico no te conviene. ¿ No ves, que se va con cualquiera?  Dime: ¿ Qué siente por ti, Berta? -  y se marchaba, riéndose a carcajadas.

  Yo supe de su odio interior que la quemaba por dentro, desde muy niña. Alguien que no tiene más deseo que poseer lo que tú posees, no puede ser bueno.
  Más, mi abuela Sophie estaba al tanto de todo:
La veía arrancar las antenas a los grillos en verano,  y cazar mariposas bellas y únicas: violetas, corales y turquesas, a la orilla del río Mississippi, para luego disecarlas, y pasarse horas y horas contemplándolas en su habitación.


  Solía decir, señalando una ilustración en su libro de "Especies  raras de mariposas" que si un día encontraba la  especie " Apollo Nevadensis",-  una mariposa blanca, nevada con lunares negros y dorados -  ésa, sería la señal para que sentara la cabeza, y buscase un marido, un Apolo con el que compartir su vida. Pero yo sé, que una tarde la encontró, en la ladera de la montaña, casi al oscurecer, y después de retenerla un buen rato en su cazamariposas, la dejó escapar.  ¿ Cómo me voy a creer, que se le escapó? - ¡A ella!, que llevaba años  intentando cazarla, y algunos coleccionistas pagarían fortunas por ése ejemplar?

  Halloween.

La fiesta en el castillo, comenzó a las seis. Nunca imaginé que llegaría  a ser el fantasma del lugar que me había visto nacer y crecer. No sé si los fantasmas tienen corazón, lo que  sí sé es que  tienen  sentimientos. Doy fe de ello, pues cuándo vi a Tom, con su disfraz de Drácula, vestido con  frac negro, y capa de terciopelo,  los recuerdos se me agolparon de tal forma, que sentí la necesidad de huir de allí, para no tener la tentación de besarle.
  Intenté no mover nada de su sitio,  ni levantar corrientes de aire a mi paso. La arañas de cristal, relucientes  gracias a  las manos de mi abuela, bañaban la estancia con su luz dorada.

  Brenda estaba hermosa, la verdad. Su vestido de época, rosa pálido, su encaje delicado, sobre su escote empolvado para parecer  más blanca, y sus rizos en cascada dorados,  - era raro ver a una mulata teñida de rubio platino en  nuestra América de orillas del Mississippi  -  le daban un aire inocente y angelical, justo el que Ted, quería creer.
 
Bajé a la cocina. La vi allí. Igual de bella, pero con alguna arruga más. Comprobando que todo estuviese perfecto para la gran fiesta. Dando órdenes a todas las muchachas de color.
  Miré por la ventana:  Al viejo arce sólo le quedaba una hoja verde. Las ramas  agitándose por el viento, parecían brazos clamando al cielo. La luna meciéndose. La nieve había comenzado a caer y cubría los patios, cómo una sábana blanca. Regresé al salón. Fue entonces cuándo reparé en ella, una joven blanca,  desconocida para mí.

   Sonreía y coqueteaba con  Tom. ¿ Cómo? ¿ Cómo se atrevía a coquetear con mi prometido?
  Entonces me di cuenta de lo etérea que era, de que mi momento había pasado ya, y sentí un odio inmenso, y decidí darles a los dos una lección.

 La fiesta se abrió con un baile. Los pastelillos que había traído Tom, perfumaban toda la estancia.
  Calabazas con velas en su interior, se reían de mí sobre las mesas. Me sentía  estúpida.
  Desabroché el cinturón de Tom. Los pantalones cayeron al suelo. Tom abochornado. La chica tapándose la boca. Una vieja riéndose de forma escandalosa. Reconocí sus inconfundibles carcajadas: Era Ms Marple. Cómo la añoraba: las tardes tomando café con la abuela,  en la parte trasera de la casa, con sus mecedoras balanceándose al mismo ritmo, viendo caer el sol de la tarde. Justo cuándo  perdemos algo, nos damos cuenta de lo valioso que era.

  Tiré de los manteles bordados que cubrían las mesas: el champán derramándose, los pastelillos naranjas volando, las copas añicos, la cubertería de plata por el suelo, las calabazas rodando...
  Corrí y bajé los fusibles de la luz. Corté el cable principal del suministro. Todo el Castillo se quedó a oscuras en medio de la fría noche .Sólo la chimenea ofrecía una débil luz rojiza al salón.
  La chica desconocida aprovechó el momento, y se abrazó a Tom. Arrojé agua al fuego de pura rabia.
  Abrí los cerrojos de las ventanas, dejando que el aire congelado entrase por ellas silbando. Las lámparas tintineaban al moverse con el viento, y yo corrí a tocar la campana  de la entrada. Se oyó un maullido estremecedor de un gato, sería  Boby. Lo sentí por mi abuela, tendría que ayudarle a recoger todo. Si algo no soporto en las personas, es la traición.
  Tom no me ayudó aquella Nochevieja. No quiso continuar con el plan, así que seguí yo sola, pero claro, sin él no funcionaría.
  Luego todo fue tan rápido. El golpe. El aturdimiento. La pala. El frío. El inmenso frío que me congeló.
  Les vi a todos a mi alrededor, en el jardín de atrás.

  La anciana. He de poner las pistas cerca de Ms Marple, para que lo  descubra todo.
  Alguien sostuvo la pala y me propinó el golpe certero que me convirtió en fantasma.Y ahora, aquél golpe, sería su cruz.
  - La linea telefónica está cortada, Ted, - se oía chillar a Brenda.
- ¡ Está claro que alguien con muy malas intenciones, pretende arruinarnos la velada!- vociferó un Ted encolerizado. - ¡Bajaré al pueblo, e intentaré buscar ayuda!
- Ted, ni se te ocurra, ¿ Has visto la tormenta de nieve?
  Mi abuela corrió a la alacena, chocando entre la gente, y logró buscar a tientas unas velas y un encendedor.
  Los invitados  estaban nerviosos, y se agolpaban en la entrada, buscando a ciegas sus abrigos y sombreros. Al asomarse a la puerta, se daban de bruces con la realidad: una carretera cortada por la nieve, un paisaje yermo,  solitario y frío.  En  vista de eso, regresaban al castillo.  La abuela ofrecía café  y calor junto a la chimenea de su cocina.  Nunca tanta gente se había refugiado allí. Me di cuenta de que faltaban invitados.
Corrí escaleras arriba, a las habitaciones. Un fantasma atraviesa paredes, vuela y ve lo que otros no ven. Mas no puede hacer nada por romper un hechizo de amor. Toqué con las yemas de los dedos la madera de la puerta. Giré el pomo suavemente.  Le oí susurrar su nombre: "Ruth".
  Me colé en lo que antes había sido la habitación de Ted y su esposa  Nell. Las sábanas de raso blancas aún conservaban su perfume. La abuela se ocupaba de que fuera así.

  Un gran espejo, me devolvía la imagen que nunca hubiese querido ver. Recorrí de memoria sus labios, sus voluminosos hombros,  su pecho, que me olía a canela y a mantequilla. Ella era menuda y frágil. Me fijé en sus ojos verdes y enamorados,  su melena encendida cubriéndole sus pequeños pechos.
  Él nunca me había besado así,   de aquella forma tan abrupta, tan exigente y desesperada. La luna fue testigo. Los copos de nieve caían infinitos mientras Ruth ahogaba un grito en la almohada. Gotas de sudor resbalando por la espalda del que un día, había sido mi pastelero, mi dulce amor. Una lágrima invisible que no mojaría nada resbaló por mi rostro. Recordé que sólo era un fantasma y que aquellos recuerdos eran sólo  lo que me quedaba de él. Quise tocarlo, sentir el calor  de su piel por última vez. Mas hice mi trabajo, el motivo por el  que había regresado al castillo.
  Coloqué el diario de  nuestra  madre Odile, debajo de una tablilla de la escalera.  Corrí apresurada, tropezándome con Ms Marple, la confidente de  mi abuela, y su  única conexión  con el pueblo de Jackson, ahora que sus salidas eran cada vez más escasas, desde el suceso de Nochevieja.
  Los fantasmas no podemos pasar mucho tiempo entre los mortales. Nos confunden. Nos quitan energía y perdemos nuestros poderes sobrenaturales.
 
Pisó la tablilla, y perdió el equilibrio. El candelabro volando dejaba una estela de luz caldera. Ms Marple rodando hacia el abismo. No podía ser. Un ruido seco. Tom abrochándose la camisa. La chica asomándose en el umbral de la puerta,  en bragas. La voz de mi abuela pidiendo a gritos que alguien le ayudase a levantar a  la detective más famosa del condado.

  El diario con sus tapas plateadas hacía destellos entre las sombras.
  El diario en sus manos. En las manos de Ruth.
  Mi oportunidad se había esfumado.
 
 


 

 



 

 
 
 
 

1 comentario:

  1. Celia Qué imaginativa eres. Todo un mundo de creatividad y en donde se ven también tus influencias, la mezcla de cine y literatura, de temas clásicos, los castillos, los fantasmas, con temas modernos, la envidia, el miedo...Y también tu vida y tus experiencias. Sigue escribiendo.
    Un beso.

    Pilar.

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