jueves, 28 de febrero de 2019

SHALLOW



 La canción de Lady Gaga y Bradley Cooper es  muy guapa. Hoy he visto  en You Tube el vídeo de su actuación  en la gala de los Oscars y he leído   la letra subtitulada en español y en inglés y habla de nuestros miedos, en este mundo moderno.
 Primero él le pregunta a ella: “Hey chica, ¿Estás contenta en este mundo moderno o necesitas algo más?  Y luego: ¿Estás buscando algo más?
 Después es ella la que le hace las mismas preguntas a él  y  otra más:
 Hey chico,  ¿No estás cansado de tratar de llenar siempre ése vacío?
 Esto nos sucede a todos.  Un vacío que no tiene nombre. Se trata de miedo, angustia, tristeza, cualquier sentimiento que nos haga sufrir es ese vacío.
 Pero hay esperanza. Lady Gaga y Bradley  Cooper nos dan su consejo para salvarnos:
"Estoy cayendo... Estoy fuera de las profundidades, mira cómo me sumerjo. Nunca tocaré fondo. Atraviesa la superficie, dónde no pueden herirnos."
"We are far from the shallow, in the Shallow, Shallow, Shallow"… "Ahora estamos lejos de la superficie"...
 Ya tengo ganas de ver la película... “Ha nacido una estrella”, de la que ésta es su  mejor canción.
 Lady Gaga, ganó un Oscar a la mejor canción original, además de  un Grammy, un Bafta y un Globo de Oro, en el mismo año.
 En  su discurso de los Oscars dijo algo muy bonito e inteligente.

 Dijo  que si  les estábamos viendo  desde el sofá  de  nuestro  salón, que supiéramos que  de lo que va  esta canción es de que no se trata de ganar, sino  de no rendirse  nunca, de seguir adelante,  y luchar por nuestros  sueños, pase lo que  pase. 

 Alejándose de lo superficial, es cuando vemos mejor, y no nos pueden hacer daño, porque somos auténticos, somos nosotros mismos, y daremos lo mejor.
 Después vi una  entrevista suya de hace tiempo, en la que confesaba que  después del éxito de sus  primeros  discos, se sintió cansada, y sin ganas de seguir cantando, y que la gente creía que ya estaba acabada. Y no lo está, este merecido Oscar es la mejor prueba. 
 Eso suele pasar a los artistas. Después de un gran éxito  y de tanto jaleo, viene el estrés.
 Somos  humanos, nos cansamos, lloramos, reímos, amamos, fallamos,  es la  vida.
 Se sienta al piano, y la veo   muy sofisticada y bella al lado de Bradley Cooper. Oh, Dios mío, qué guapo es este hombre. Con su traje de esmoquin, con barba o afeitado, es un caballero total.
 Ya me enamoró en la película de  “El lado bueno de las cosas”. Es un actor genial.
 Se le ve tranquilo, y como sólido. ¿Sabes lo que quiero decir, con sólido? Pues un tipo que tiene palabra, que tiene personalidad, y que a su lado te sientes, muuy bien. Y canta como un profesional. 

 Y lo que está bien, es que seas como seas, te sientas a gusto contigo misma, en tu piel, y que no te justifiques por ser quién eres,  y sólo así serás invencible.
Desde luego que ha nacido una estrella.


sábado, 24 de diciembre de 2016

" Cuento de Navidad"


    El niño se acercó a los almacenes Harrods, saltando los charcos, tratando de evitar mojar los viejos zapatos, de suelas corroídas por el uso.
    Llevaba su abriguito verde musgo, herencia de algún niño que lo había donado al orfanato del que se había escapado.
    Ya había oscurecido y una niebla gruesa cómo gelatina caía sobre las calles y envolvía la ciudad del Big Ben. Las mujeres de bien ya estaban en sus casas guisando el pavo de la Cena de Navidad.
   Cuándo llegó al edificio, se sorprendió ante el gran árbol de Navidad repleto de luces de colores: lilas, verdes, azules y rojas, que ocupaba casi toda la calle.
Se acercó al escaparate, y pegó su naricita al cristal. Los labios azulados, los dedos de los pies congelados. Entonces reparó en ella, en una vendedora que vestida de Papá Noel, envolvía regalos. 

   Metió las manos en los bolsillos del abrigo, en uno, un mendrugo de pan seco, en el otro una cajita de fósforos.Sólo le quedaba uno. Consciente de que aquella noche, podría ser su última noche -  cuándo se acabara la luz y el calor del fósforo y la gélida y oscura noche de diciembre se apoderara de él -   decidió entrar en el establecimiento, y se puso a la cola de la dependienta.
   Tardó en llegar un rato. La gente pasaba a su alrededor con prisa, cómo si algo se fuera a acabar pronto. Niños bien vestidos de la mano de sus padres, perfumes jamás imaginados, villancicos cómo música de fondo. Una señora con un visón, le empujó suavemente,y le dijo que para qué hacía cola, si no iba a comprar.

    La dependienta de cabellos de oro envolvía en silencio los regalos. Había aprendido a usar su sonrisa con discriminación, es decir, ya no sonreía ante las injusticias.
    La chica reflexionaba mientras envolvía... "la gente se regala en Navidad... ¿qué es lo que regalan?
¿ qué envuelven y guardan sus regalos?
- Algunos envuelven falsedad, la tapan con celofán, que es transparente, y en su último gesto ficticio, se delatan.
- Otros regalan hipocresía, un saber estar, una incierta educación, están regalando: soberbia.
- Otros regalan humildad, están diciendo: "Mi regalo es pequeño, mi cariño, grande". Ésos son auténticos, daría igual que su regalo no fuese envuelto en papel de colores. Su amor y sinceridad les engrandece.
-Otros, revelan un trato: "Hoy te regalo esto, pero tú tienes que ser cómo yo te diga", Estos regalos se deben rechazar: siempre.
  Y otros, no tienen qué regalar. Te regalan su amor, su cariño, su confianza. Estos son los regalos más grandes, te están diciendo: "el regalo soy yo, que estaré a tu lado, pase lo que pase".

  El niño llegó frente a la dependienta joven, y musitó:
-¿Me puedes dar un poco de papel? Te lo cambio por mi fósforo. El papel le serviría para ponerlo de relleno  dentro de sus zapatos, y protegerse un poco del frío  suelo de la calle.
Se  fijó en el niño. Los ojos azules, casi transparentes, las manitas blancas, la sonrisa graciosa, con un diente torcido. El pelo revuelto, dorado.
- ¿ Cómo te llamas? - le preguntó.
El niño recordó  el mote con el que lo llamaban en el orfanato, pero dijo su verdadero nombre:
- Soy Jesús.
-Jesús- repitió la muchacha  devolviéndole la dignidad del nombre, y el niño sonrió.

  Entonces la chica recordó lo que le había dicho el médico, tres días antes. Lo del latido de más,  que su corazón era más grande que el del resto de los mortales, y que no debería llevar disgustos ni emociones fuertes. Luego recordó lo que le había dicho la dulce Enma, su anciana vecina de escalera:  
  Que algún día encontraría la señal  decisiva, de que ése era su momento y debería aprovecharlo y salir en pos de sus sueños. Miró la papelera, y rescató su libreta  de cuentos,  los que  había estado escribiendo durante todo el año, en las tardes de domingo, al lado de la ventana de la salita, la habitación más luminosa de su buhardilla.
- ¿ Sabes dibujar? - le preguntó a Jesús. -Necesito un dibujante para mis cuentos. El chico puso la boca en forma de O y exclamó:
- ¡En el orfanato tenía una caja de pinturas, y era el mejor dibujante de todos! Más luego, frunció el ceño, y añadió - Pero he dejado los lápices de colores allí...y no quiero volver...
Entonces ella se quitó el disfraz de Papa Noel, y cogió su bolso, la libreta de cuentos, y se puso el abrigo. Le compró a Jesús unos zapatos nuevos, un gorro de lana, y una caja de pinturas con todos los colores del arco iris.
_ La vida es un regalo y un presente- le explicó.
- Sí, es un presente- repitió  el niño, enseñando todos sus dientes , mientras saltaba al compás del corazón de ella.





_ En casa nos espera un estofado...-invitó ella.
 Y salieron de los almacenes, Harrods, a cumplir sus sueños.

jueves, 3 de noviembre de 2016

"Selva Negra"

-Está lleno de luciérnagas_ dice el Primo.
-Si las miras de cerca- dice Pin- las luciérnagas también son unos bichos asquerosos, rojizos.
-Sí -dice el Primo- pero vistas así, son bonitas.
Y el hombretón y el niño siguieron caminando tomados de la mano, y, rodeados de luciérnagas se internaron en la noche."
Italo Calvino.
" El sendero de los nidos de araña"

  Era una mañana fría, de primeros de otoño. El alba rosada ya había dado paso a un sol amarillo y pálido. A  los geranios casi no les quedaban flores y  los  pétalos  rojizos y blancos se arremolinaban en el patio, así  que salí  afuera con el escobón a barrer las primeras hojas de los árboles. Entonces la vi, dirigiéndose hacia mi pastelería y decidí jugármela,  invitándola  a desayunar. Llevaba una falda de flores vaporosa, con una camisa blanca, y una chaqueta de cashmere,  verde botella. La piel morena aún, el escote precioso.
  Hablamos poco,  porque ella debía tomar un tren. Y así fue cómo la conocí Ms Marple, por casualidad.
   -Por casualidad no, Tom, a mí no me engañas... la espiabas desde tú balcón, ella me lo confesó.
 
  La casera rió con aquella risa falsa que a mí tanto me molestaba—y añadió:
   -¿ Acaso crees , pobre inocente, que una chica joven y guapa, va a quitarse el albornoz delante de tu ventana, todos los días, y ponerse un liguero un lunes para ir a trabajar si no es porque sabe que la estás mirando y eso le gusta?
   - ¡ Por Dios exclamé  yo- ¿hasta dónde sabe de nuestras vidas?
   -La vi entrar sobre las diez, ya habías cerrado hacía un rato...
   - ¿ Y qué más vio? -insistí.
- Bueno, estaba estupenda, con su vestido satén  esmeralda, su pelo rojo y salvaje cayéndole por la espalda, zapatos  negros... Usted parecía explicarle cómo se hacía una tarta. Había un bol de fresas sobre la meseta, un volcán de harina... huevos en un cuenco... ¿ De verdad quiere que siga Tom...?
   No hizo falta que Ms Marple me diera más detalles:  todo regresó a mi memoria, fresco como un bizcocho de domingo. Las braguitas de encaje, su perfume a  jazmín, su lengua lamiéndome  los dedos... Nos gustaba rebozarnos  con la harina, embadurnarnos  de mermelada, juguetear con la crema de chocolate...
   -Alguien le dió  el chivatazo ¿sabe? alguien se lo espetó a Philip, y todo se fue al traste -me lamenté yo.
   -Dígame: ¿ Cómo reaccionó el  marido,  Philip? -me preguntó la anciana.
   -Al principio estaba fuera de sí. La llamó zorra, y a mi me asestó un puñetazo y me reventó un labio... luego se echo a llorar arrodillado en el suelo.
   -¿ Y ella?
   - ¡Ella! Recogió las bragas y el sostén y se puso el vestido sin la  ropa interior, y le suplicó a Philip que la perdonase, que yo no significaba nada.... ¿Cómo pudo decirle eso? ¡ella me amaba!
   La luz de la tarde caía sobre las baldosas de color tablero de ajedrez. Puse café en la cafetera.
   -¿ Y es por eso por lo que le encargaste la vajilla de cerámica? ¿ Una excusa para poder verla de todos modos?
 -Sí... pensé que si conseguía volver a enamorarla, podría recuperarla, así que fui a su taller, y le encargué treinta y dos piezas de ceramice hechas  por ella. Flores chinas sobre fondo azul frío.  Es una artista.
  - ¿ Y a ella... se le ablandó el corazón?  ¿La recuperó?
   -Oh, no, no... todo se complicó aún más, a causa de Ruth.
   El gato "Mus" se acercó a sus piernas, y se restregó contra mi invitada, ronroneando.
   -¿Y quién es Ruth?- La cara de Ms Mrple era un mapa de arrugas subiendo y bajando movidas por las cejas.
   -La colaboradora de Lilith. Es hipnotizante. Cautivadora- le confesé a Ms Marple.
   -Ruth y usted...

   -Una mañana llegué al taller muy temprano, Lilith aún no había llegado. Ruth lloraba desconsoladamente. Una sopera hecha añicos por el suelo, su pelo enmarañado... Yo traía pasteles recién hechos y café para desayunar con Lilith, pero se los ofrecí a ella. -Mi casera puso cara de asombro.
   -Y me lo confesó todo. Que ella y Philip habían sido amantes durante más de un año, y que Lilith estaba  al corriente de todo,  furiosa, y que por eso Lilith se había liado conmigo, para darle celos a su marido... y que ahora Philip ya no quería saber nada de ella, se lo había anunciado  esa misma mañana.
Ruht entró en mi vida cómo un huracán, ¿Sabe?  Sin avisar y sin permiso. No sé si fue por venganza, o porqué... le acaricié el pelo, luego la cara, nos abrazamos. Su piel sabía a pan. Lo hicimos de una forma salvaje, sobre una chaqueta de cashmere que había sobre una silla.  Fue cómo si se desatara una tormenta, o cómo si dos icebergs chocaran y se derritieran juntos.

Le puse a Ms Marple una porción de "Selva Negra", su tarta preferida, y una taza de café humeante.
   -¡ La has vuelto a hacer! -exclamó Ms Marple  saboreando mi especialidad.
   -Sí... desde lo de Lilith no había sido capaz. Las lágrimas amargaban  la tarta. 
Ms Marple consultó su reloj dorado.
   -Se me hace tarde, debo irme. Muchas gracias por todo  -se despidió.

La miré mientras se alejaba calle arriba: La niebla borrando su figura, su  sombrero burdeos  sobresaliendo sobre las demás cabezas, y el paquetito bailando en su brazo al compás de ella.

Lilith salió  del comedor. Llevaba la misma chaqueta verde cashmere y la  misma falda vaporosa que el día en que la conocí.
   -¿Tú crees que nos dejará en paz, Tom? -su voz aterciopelada.
   -Sí... al menos mientras le siga regalando mi tarta de los domingos... creo que sí- le susurré al oído, abrazándola.
   -Y... ¿es verdad, eso que dijiste, los icebergs derritiéndose y todo eso?
   -Por Dios, Lilith, pura literatura romántica, le dije mientras le quitaba la chaqueta  cashmere y la besaba en el cuello.
  
  
  

sábado, 1 de octubre de 2016

" Tarde de lluvia"

" But there´s a side to you that I  never Knew, never knew,
All the things you´d say they were never true never true.
And the games you´d play you would always win, always win.
But set fire to the rain,
watched it, pour as I touched your face
Well, it burned, while  I cried
cause I heard it screaming out your name, your name
 I set fire to the rain, and I therew us into the flames
When  we  felt somethting died,
cause I Knew that that was the last time,the last time"

Adele, "Set fire to the rain"

Pero hay una parte de ti que nunca conocí, 
todas las cosas que decías, nunca fueron ciertas, y los juegos que jugabas siempre los ganabas tú.

Pero le prendí fuego a la lluvia, la vi derramarse mientras yo tocaba tu rostro, y dejé que ardiera mientras yo lloraba, porque la vi gritar tu nombre.
Le prendí fuego a la lluvia y arrojé lo nuestro a las llamas,
cuándo caímos algo murió, porque sabía que ésa era nuestra última vez, la última vez.

  Todos dicen que tengo un gran carácter. Un carácter de narices. La vida me ha hecho así. Cualquiera puede tener un volcán a punto de estallar dentro de sí, cuándo le pisan tantas veces.

  La primera vez que sentí que era distinta, fue a los nueve años, cuándo mi dulce y cariñosa profesora, dejó de serlo de repente, cuándo me  confesó que yo no podía formar parte del coro de Navidad, que el cupo ya estaba lleno,  que quizá otro año, y  que siguiera ensayando.
  Aquello era humillante para mí... ¿que les  diría ahora a mis vecinas del barrio? ¿ y a mi tía? Fue entonces cuándo comencé a sentir los volcanes, los que me avisan de que algo va mal, y de que debo actuar con un gran salto, un escupitajo, una carrera o desaparecer sin más. El volcán es bueno, si estoy atenta a él... y no dejo que estalle del todo.
   Pensé en que le diría a mi tía Helen, después de  todo el mes que le había dado de ensayos en la cocina  con la canción de marras. Claro, que Helen, ni se daría cuenta. Llegaría a casa cómo todas las noches, cansada de tanto subir y bajar  tantas escaleras, con el cubo y la fregona, medio dormida aún por la calefacción del tren.  Nos freiría unas patatas con huevo, y miraría sin ver cualquier cosa que echaran en la tele,  y  yo me daría cuenta, del color violáceo que iba adquiriendo su rostro con los años, y no hablaríamos de nada durante la cena. Después llegaría su novio, y se meterían juntos en su habitación, para salir una hora después, ella arreglándose la bata, él escabulliéndose por la puerta sin despedirse. Los platos puestos por mí en el escurridor, mi último libro de "Los cinco" sobre la mesa.    
  No, definitivamente mi tía no se daría cuenta de nada, y yo disimularía, y dejaría de ensayar.
Aquella noche me di cuenta de que estaba atrapada en aquella casa, llena de humedad y de lágrimas secas, llena de sueños rotos, llena de miedo y horror.
  Entonces decidí separar la vida de aquella mugrienta casa de la vida de afuera.
  Una parte de mí quedó congelada allí, cómo un fantasma que vagaba por la casa sin sentido, la parte de mí que clamaba justicia, que exigía a la vida y al mundo unas migajas de felicidad.

    Lloraba a mi madre por las noches, y la echaba de menos, y me  juraba que nadie de mayor me haría daño, y que la encontraría cómo fuese. Todos decían que la dulce Ruth  era feliz, tan amable y servicial... nadie sabía lo de mi  volcán ,ése que  me quemaba por dentro. Luego llegaban a mí el recuerdo del tren alejándose, aquella expresión en su cara, cómo si fuera a decirme algo, y sentía un sudor frío, y cogía fuerte las mantas, y me tapaba con ellas la boca, y ahogaba mi llanto. Su perfume a lilas, su sonrisa cuándo coleccionábamos cromos, su jugoso refrito de tomate. Los días en la playa.
  Ella cosiendo en el prado, y mi hermano y yo jugando a la pelota. Ajenos a todo , cuándo la felicidad aún nos pertenecía. Hasta que el sueño me vencía,  las lágrimas mojaban las sábanas.


jueves, 1 de septiembre de 2016

" El encuentro"


  Todo en Ruth me resultaba inquietante y misterioso. La conocí una fría mañana de invierno, hacía ahora casi dos años ya. Los miércoles solía tomarme un descanso a media mañana, y me acercaba al mercadillo de Oak  Street dónde  encontraba la  inspiración para mi trabajo en el taller, así cómo piezas insólitas y únicas, para mi colección de antigüedades. Respiraba la mezcla de aromas, a lluvia, a crepés recién hechos, al chocolate caliente de los puestos callejeros, a madera noble... cuando reparé en ella.
  Era la autora de una completa exposición de pinturas al óleo, con un único tema: pies y manos de personas, no sus caras, no sus cuerpos, sólo manos y pies nos hablaban desde sus lienzos.

   Y luego,  algún elemento extraño, desazonador, cómo puesto ahí para decirnos algo... unas manos de  banquero ofreciéndonos un billete de color rojo y un cuervo detrás, unas piernas vestidas de seda, tacones largos de aguja... y un ovillo de lana gris... unascmanos toscas, de labrador,  sacando una calabaza de la tierra, con un despertador dentro de ella, asomando en color violeta... Yo no podía dejar escapar un talento así... Me atreví a invitarle a un café,   y a preguntarle en qué se inspiraba y qué nos quería decir. No tuve que insistir mucho, dejó su puesto al cuidado de su vecina de trabajo, y entramos en el bar que hacía esquina  y pidió un café wis con coñac y yo un chocolate y unas pastas para las dos.  Su respuesta fue tan enigmática cómo ella. Me explicó  que no tenía inspiración, que tomaba fotos de todo lo que le llamaba la atención, y que luego hacía composiciones atendiendo a los colores, a sus combinaciones y a su estado de ánimo.


  Llevaba una chaqueta de lana vieja, y unos pantalones de cuadros rojos con una botas de campesina.. La piel nívea, los labios rojísimos, la mirada distante.
 Me presenté cómo Lilith, la creadora de las vajillas de las que tanto se hablaban últimamente  en el condado de Jackson y  le detalle cómo las pintaba, y mis sueños de crear un taller escuela, y de asociarme y colaborar con otros artistas para exponer juntas. Al final, viendo lo poco expresiva de su cara, y sin saber a ciencia cierta si sabía algo de mí, o de mis tazas y platos, fui directa al grano y le propuse  trabajar para mí en el taller, un trabajo a techo vamos, con sueldo fijo a fin de mes y todo eso.


   Al principio dudó. Me confesó que vivía sola en la parte baja de la ciudad, y que no le llegaba muy bien para pagar el alquiler de la buhardilla. Frunció el ceño, y me dijo que no se podría atar  a nadie, ni domesticar, que ella era una artista, y que su arte era libre.
  Le sugerí hacer una prueba de un mes, a ver cómo trabajábamos juntas, el proyecto de lanzar una colección innovadora, , más para restaurantes de alto rango , y para la burguesía joven y adinerada,  deseosa de distinguirse por sus gustos...
 Me soltó que no trabajaría para nuevos  ricos que no sabían apreciar su arte y  que no trataría con el público, que no se ceñiría  a ningún guión ni encargo... y que odiaba a la burguesía... Me di cuenta rápidamente de que un espíritu libre y bohemio cómo ella, que vivía en la parte más vieja y cutre de la ciudad -  que también tenía su encanto  por supuesto - con sus calles empedradas y sus soportales con arcos medievales - no se ajustaría a  los patrones y clichés  de mis encargos, con clientes cursis y exquisitos. No quería perderla, un aire nuevo en mi taller... le ofrecí dinero.
- Hablemos de dinero... ¿cuánto crees justo que sea tu sueldo?
- No puedes ofrecerme un sueldo sin verme trabajar...
- He visto tus óleos... son impresionantes...
- Necesitaría un adelanto... por lo menos hasta fin de mes... para comer.
Si fuera otra chica, me parecería un descaro, pero en ella no. La miré fijamente, aquellos ojos rasgados, tan verdes, tan salvajes, cómo un mar a punto de desbordarse, tan frágil y tan fuerte a la vez... Le dije que sí, que no habría ningún problema. Alargó las  manos, y las estrechó con las mías, al tiempo que susurraba:
- Gracias, Lilith- Noté cómo sus frías manos temblaban. Todavía era  tiempo  de conocernos, de confiar la una en la otra, de descubrir nuestros talentos... Aquella mañana lluviosa aún estaba muy lejos de la traición. Cuánto daríamos a veces por volver el tiempo atrás y no hacer pactos a ciegas.



lunes, 1 de agosto de 2016

Halloween

Pastel de calabaza:
  • kg. y medio de calabaza pelada   
  • 150 gr. de harina
  • 50 gr. de mantequilla
  • 50 dl. de nata
  • 6 huevos
  • 1 l de leche y una taza de azúcar.
    Cocina la calabaza al vapor y hazla puré. Mézclala con todo lo demás. en un bol con la batidora. Hornéalo en un molde enmantequillado 50 minutos apróx. a 350 grados F.
  • Espolvorear con azúcar glass y adornar con castañas caramelizadas y semillas de granada.
- En las pastelerías de los pueblos,  hay que aprovechar cualquier festejo u acontecimiento en el calendario para hacer alguna creación especial, y animar a la gente: ya sabe: A salir, a festejar, a comprar... -le expliqué a una Ms Marple aún dormida. Me fijé en su cabello plateado, con un rulo rosa colgando detrás de la oreja. Cualquiera le decía nada. Ms Marple era imprevisible, y era conveniente tenerla contenta. Cualquier gesto, o corriente de aire la contrariaba, no sería yo desde luego, el que le advirtiese de su descuido.
- ¿ Y  qué sorpresas nos tiene preparadas para este año, ? Dígame Tom... ¡estoy intrigadísima!
- He comprado las mejores calabazas del condado, y me dedicaré en cuerpo y alma a crear mi famoso pastel de Halloween, y mis " huesos de santo" con cilantro y canela. ¿ Apruebo o no apruebo Ms...?
  Me pidió un café bien cargado, y sacó un bloc de notas  con  tapas de color bronce, con una linea roja oscuro. Anotó algo, que no llegué a ver. Con la disculpa de servirle el café con unas galletas de nata y nuez, me acerqué a la mesa, e intenté leer lo que había escrito, pero su caligrafía angulosa y huesuda cómo ella, era ininteligible. Sólo pude averiguar unas palabras:"Castillo" y "Brenda a las 6".
  Sería tiempo perdido preguntarle cuáles eran sus planes del día, porque eso nunca se debe preguntar a una detective jubilada, y apartada del ruidoso mundo. Tendría que emplear, cómo siempre el tacto y la amabilidad para sonsacarle algo.
- Dígame Ms Marple... ¿ Acudirá a la fiesta de inauguración del castillo convertido en hotel de los Jackson... "el Castillo de Niebla"?

- ¡Por supuesto que sí! No me lo perdería por nada del mundo... pagaría por entrar... Sabe que nadie pisó allí desde lo de la pobre Berta? oh... perdone... no quise importunarle...
  Estaba claro que Ms Marple no estaba de buen humor aquella mañana. Recordar a mi triste y antigua prometida no había sido muy acertado por su parte, más disimulé e hice cómo que su recuerdo no había removido en mí ciertos sentimientos de amor y dolor de mi juventud. Continué cómo si nada:
- Habrá que ir disfrazado... ¿ Irá usted...?- Me atreví a preguntarle.
- ¡Oh! Pues claro... haría cualquier cosa con tal de volver a aquél lugar...  ¿Sabe la maldición que pesa sobre los que lo habitan?
- Por Dios Ms... ¿ Usted también cree en esas brujerías?
   La lluvia fina había comenzado a caer con más insistencia. Cerré las cortinas de los ventanales del comedor y tan sólo  dejé abiertos  los de enfrente del mostrador para que entrase algo de luz en la estancia.. Encendí la chimenea, con los últimos troncos del cobertizo, ahora vacío. Entonces recordé que debería darme prisa para  cumplir con el encargo de los Jackson de medio centenar de pasteles de calabaza para el evento, y, que eso me salvaría de solicitar  al menos durante un mes, otro crédito al banco. Sólo de pensarlo me entraban escalofríos.
  Ms Mrple comenzó a leer el periódico del día,  y creyendo que estaría más distraída, ataqué de nuevo.
- Y quién la ha invitado a usted, Ms...?
- Oh Tom... parece mentira  para usted... ¿ No sabe que yo soy íntima amiga del ama de llaves... de  Sophie?
- ¿ De la abuela de...?
- Sí... de la abuela de Berta y Brenda... las mellizas...  El caso quedó sin resolver, un enigma... pobre chica, a punto de casarse... ¡Oh! lo siento Tom... Quizá le traiga malos recuerdos regresar allí...
- Es Halloween Mis Marple. Han pasado cinco años, y la vida sigue, y yo he de entregar mi encargo...-  espeté lo más tranquilo que pude - ¿no cree que debemos olvidar, pasar página ya? Este viejo pueblo es axfisiante.
- ¿ Cómo olvidar Tom? ¿ No comprende que yo llevé el caso, y no pude darle una explicación convincente a la abuela de la joven, que no pude resolverlo... mi último  trabajo  antes de jubilarme y se me escapa de las manos... ¡ Yo tenía una reputación!  ¿Sabe?
  Y entonces la puerta se abrió... y apareció ella. Cómo si esos cinco años no hubiesen pasado por sus carnes, firmes, prietas y estupendas,  enfundada en  un traje de dos piezas de cuero negro, con salones a juego. Toda la sala se giró para mirarla. Ms Marple se levantó y la abrazó.
  Todos sabíamos a lo que había venido, porqué había regresado a  este pueblo envidioso y ojerizo, que no dejaba prosperar a nadie, que no perdonaba la fortuna, ni la belleza, ni la  felicidad.
  Había regresado para recuperar lo suyo, y vaya si lo había hecho. El viejo Ted Jackson no estaba para muchos trotes, pero seguía siendo un mujeriego fanfarrón. Brenda estaba aún de muy buen ver, y ya se sabe, era cuestión de tiempo que camelara al viejo Ted. Ahora ella conducía su vieja furgoneta, administraba  sus  cuentas, y le había convencido para reabrir el hotel, en una fiesta por todo lo alto. El viejo castillo de Niebla,  que por ley le hubiera pertenecido a su hermana  Berta. 


  

viernes, 1 de julio de 2016

" Regreso al Castillo de Niebla"

Lista de tareas para la fiesta de Halloween:

  • Distribuir las tarjetas de invitados sobre las mesas.  Mrs Carrington no debe coincidir con los Mackenzie.
  • Decorar los centros de mesa, con las frutas  y flores de temporada: castañas, higos blancos y las buganvillas.
  • Disponer jabones perfumados en cada aseo, y barritas de incienso en el salón central.
  • Subir la temperatura de la calefacción a partir de las cuatro.
  • Dos botellas de champán por mesa, cubiteras con suficiente hielo.
  • Sacar brillo a la plata, pasar un paño de algodón a las lámparas de swarovski.
  • Guardar a los perros, Charlie y Brownie en sus casetas.
  • Música de Vivaldi al comenzar la recepción: Saludar a todos los invitados, (vigilar a Tom).

  Sophie ya tendría que estar jubilada desde hacía años, pero el miedo a la soledad de ella, y la falta de una  sustituta que agradara lo suficiente al maniático Ted, la convertían en la eterna ama de llaves del Castillo de Niebla.
  Nadie conocía cómo ella cada rincón y habitación del viejo castillo.  Nadie para leer cómo ella los ojos de su patrón, el viejo Ted. Sophie era callada y astuta.  Ya no quedaban negras tan reservadas y trabajadoras en Jackson. Las chicas nuevas, se iban de la lengua fácilmente: eran protestonas, criticonas  y descaradas, y  por menos de nada, se arremangaban las faldas, para darles una alegría a sus voraces  patrones.  Pero no Sophie.  Ella sabía guardar secretos,  mantener alejadas las manos blancas que no le pertenecían, y no olvidar cuál era su lugar y su papel. Sí. Las apariencias lo eran todo en Jackson, y los escándalos se pagaban muy caros.  Sophie supo eso desde muy niña,  luego de joven y ahora de vieja,  Por eso era dulce y firme a la vez. La perfecta ama de llaves.  

  Cuándo vivir entre el horror y el miedo es lo que has conocido desde el principio de los días, y cuándo cada día que pasa, es un día ganado a la desolación, la felicidad se convierte en esa invitada extraña, sospechosa e incómoda. Temes que esa recién llegada sólo venga de paso, así que no quieres encariñarte con ella, simplemente deseas en secreto que se vaya, para no tener que soportar el vértigo que producen la alegría, el amor, la ilusión y la dicha.
  Es verdad que la calma precede a la tempestad.

  Sólo había otra persona en el condado de Jackson que conociera tan bien cómo Sophie  "El Castillo de Niebla" y esa persona era yo -  su nieta Berta - antes de convertirme en el fantasma que habita y vaga  por sus estancias, buscando una paz que no hallé en vida.
  Nadie me creyó. Nadie confió en mí, y ahora sólo el Castillo, con sus muros de hiedra y moho y yo sabemos lo que verdaderamente ocurrió.
  La vida me negó una juventud feliz. A menudo, el destino juega con tus dados, y luego te señala, y tú no haces más que ir en contra de lo escrito  para ti, contra viento y marea, cómo un barco con velas de seda, en medio de un océano hambriento.


  Entonces te conviertes sin quererlo,  en una heroína para algunos, y en una traidora para otros. Eso es lo que ocurre con la fama, que te encumbra y te destierra según en boca de quién estés.
  Por eso ahora, mi única tarea es que algún ser vivo, honesto y valiente, descubra la verdad, y se haga justicia, y sólo así dejaré de vagar por este castillo, y de asustar sin pretenderlo a mi pobre abuela Sophie.

  A menudo, abría los ventanales  en  mitad de las noches frías de invierno, hacía ruido en la alacena con los platos, y me liaba a pelar patatas sin tino ni medida, para que mi abuela supiese que no estaba sola en el viejo caserón, sino que yo velaba por ella y la acompañaba.
  Ella salía en camisón, el pelo enmarañado, los pies descalzos sobre la madera aún caliente por la chimenea, y cerraba asustada las ventanas. Luego se sorprendía al ver las patatas peladas, cuándo al rayar el alba bajaba a desayunar a la cocina,  Entonces, cambiaba discretamente el menú que había escrito la noche antes en la pizarra, y aprovechaba para hacer tortillas, o ensaladilla con las patatas peladas. No comentaba a nadie el suceso, mas que a Ms Marple claro, que era de su total confianza, para que las demás sirvientas no la tomasen por una vieja que ya comenzaba a chochear.
  Era una  forma de decirle que aún estaba ahí, acompañándola en su dolor. Yo sé que me quería. Yo era su nieta preferida.

 Me enteré de la fiesta de Halloween por su "lista de tareas" que había dejado sobre la meseta  verde de la cocina. Decidí, que ésa noche, era perfecta para sacar a la luz el verdadero secreto que revelaría la verdad y el misterio que rodeó a mi desaparición. Entonces, la abuela lo entendería todo, y dejaría de ser la esclava del viejo y asqueroso Ted -  para el que había servido toda  su vida -  y encontraría fuerzas para plantarle cara, y exigir lo suyo.
  Ese era mi plan perfecto, hasta que llegó mi odiada hermana Brenda.

  Brenda era una falsa copia mía, que deseaba todo lo que yo anhelaba, y se empeñaba en quitármelo, sólo para demostrarme que ella era la mejor. Si yo elegía  para la fiesta de la comarca un vestido azul cielo, con guantes de seda amarillos cómo girasoles a juego con el sombrero de raso, ella corría a encargar a la modista otro idéntico, y le hacía coser noche y día hasta verlo acabado para llevarlo a la misma fiesta que yo, pero con la pamela más grande que hubiera encontrado en Tiffanys.

Si yo me interesaba  por algún chico,  -  y viendo que ya tenía una pieza de baile  prometida   con él  desde hacía semanas en el salón  "Cherie´s" -  ella se me adelantaba, y después de  tomarse varias limonadas con aguardiente, se lo llevaba casi arrastras al almacén de las cajas de botellas, y allí, en medio de telarañas y barriles,  le ofrecía de sus mieles, y luego corría a contarme - la muy puta -  si era buen  amante  o no merecía la pena.

- Lo hago para protegerte - me aclaraba -  Ese chico no te conviene. ¿ No ves, que se va con cualquiera?  Dime: ¿ Qué siente por ti, Berta? -  y se marchaba, riéndose a carcajadas.

  Yo supe de su odio interior que la quemaba por dentro, desde muy niña. Alguien que no tiene más deseo que poseer lo que tú posees, no puede ser bueno.
  Más, mi abuela Sophie estaba al tanto de todo:
La veía arrancar las antenas a los grillos en verano,  y cazar mariposas bellas y únicas: violetas, corales y turquesas, a la orilla del río Mississippi, para luego disecarlas, y pasarse horas y horas contemplándolas en su habitación.


  Solía decir, señalando una ilustración en su libro de "Especies  raras de mariposas" que si un día encontraba la  especie " Apollo Nevadensis",-  una mariposa blanca, nevada con lunares negros y dorados -  ésa, sería la señal para que sentara la cabeza, y buscase un marido, un Apolo con el que compartir su vida. Pero yo sé, que una tarde la encontró, en la ladera de la montaña, casi al oscurecer, y después de retenerla un buen rato en su cazamariposas, la dejó escapar.  ¿ Cómo me voy a creer, que se le escapó? - ¡A ella!, que llevaba años  intentando cazarla, y algunos coleccionistas pagarían fortunas por ése ejemplar?

  Halloween.

La fiesta en el castillo, comenzó a las seis. Nunca imaginé que llegaría  a ser el fantasma del lugar que me había visto nacer y crecer. No sé si los fantasmas tienen corazón, lo que  sí sé es que  tienen  sentimientos. Doy fe de ello, pues cuándo vi a Tom, con su disfraz de Drácula, vestido con  frac negro, y capa de terciopelo,  los recuerdos se me agolparon de tal forma, que sentí la necesidad de huir de allí, para no tener la tentación de besarle.
  Intenté no mover nada de su sitio,  ni levantar corrientes de aire a mi paso. La arañas de cristal, relucientes  gracias a  las manos de mi abuela, bañaban la estancia con su luz dorada.

  Brenda estaba hermosa, la verdad. Su vestido de época, rosa pálido, su encaje delicado, sobre su escote empolvado para parecer  más blanca, y sus rizos en cascada dorados,  - era raro ver a una mulata teñida de rubio platino en  nuestra América de orillas del Mississippi  -  le daban un aire inocente y angelical, justo el que Ted, quería creer.
 
Bajé a la cocina. La vi allí. Igual de bella, pero con alguna arruga más. Comprobando que todo estuviese perfecto para la gran fiesta. Dando órdenes a todas las muchachas de color.
  Miré por la ventana:  Al viejo arce sólo le quedaba una hoja verde. Las ramas  agitándose por el viento, parecían brazos clamando al cielo. La luna meciéndose. La nieve había comenzado a caer y cubría los patios, cómo una sábana blanca. Regresé al salón. Fue entonces cuándo reparé en ella, una joven blanca,  desconocida para mí.

   Sonreía y coqueteaba con  Tom. ¿ Cómo? ¿ Cómo se atrevía a coquetear con mi prometido?
  Entonces me di cuenta de lo etérea que era, de que mi momento había pasado ya, y sentí un odio inmenso, y decidí darles a los dos una lección.

 La fiesta se abrió con un baile. Los pastelillos que había traído Tom, perfumaban toda la estancia.
  Calabazas con velas en su interior, se reían de mí sobre las mesas. Me sentía  estúpida.
  Desabroché el cinturón de Tom. Los pantalones cayeron al suelo. Tom abochornado. La chica tapándose la boca. Una vieja riéndose de forma escandalosa. Reconocí sus inconfundibles carcajadas: Era Ms Marple. Cómo la añoraba: las tardes tomando café con la abuela,  en la parte trasera de la casa, con sus mecedoras balanceándose al mismo ritmo, viendo caer el sol de la tarde. Justo cuándo  perdemos algo, nos damos cuenta de lo valioso que era.

  Tiré de los manteles bordados que cubrían las mesas: el champán derramándose, los pastelillos naranjas volando, las copas añicos, la cubertería de plata por el suelo, las calabazas rodando...
  Corrí y bajé los fusibles de la luz. Corté el cable principal del suministro. Todo el Castillo se quedó a oscuras en medio de la fría noche .Sólo la chimenea ofrecía una débil luz rojiza al salón.
  La chica desconocida aprovechó el momento, y se abrazó a Tom. Arrojé agua al fuego de pura rabia.
  Abrí los cerrojos de las ventanas, dejando que el aire congelado entrase por ellas silbando. Las lámparas tintineaban al moverse con el viento, y yo corrí a tocar la campana  de la entrada. Se oyó un maullido estremecedor de un gato, sería  Boby. Lo sentí por mi abuela, tendría que ayudarle a recoger todo. Si algo no soporto en las personas, es la traición.
  Tom no me ayudó aquella Nochevieja. No quiso continuar con el plan, así que seguí yo sola, pero claro, sin él no funcionaría.
  Luego todo fue tan rápido. El golpe. El aturdimiento. La pala. El frío. El inmenso frío que me congeló.
  Les vi a todos a mi alrededor, en el jardín de atrás.

  La anciana. He de poner las pistas cerca de Ms Marple, para que lo  descubra todo.
  Alguien sostuvo la pala y me propinó el golpe certero que me convirtió en fantasma.Y ahora, aquél golpe, sería su cruz.
  - La linea telefónica está cortada, Ted, - se oía chillar a Brenda.
- ¡ Está claro que alguien con muy malas intenciones, pretende arruinarnos la velada!- vociferó un Ted encolerizado. - ¡Bajaré al pueblo, e intentaré buscar ayuda!
- Ted, ni se te ocurra, ¿ Has visto la tormenta de nieve?
  Mi abuela corrió a la alacena, chocando entre la gente, y logró buscar a tientas unas velas y un encendedor.
  Los invitados  estaban nerviosos, y se agolpaban en la entrada, buscando a ciegas sus abrigos y sombreros. Al asomarse a la puerta, se daban de bruces con la realidad: una carretera cortada por la nieve, un paisaje yermo,  solitario y frío.  En  vista de eso, regresaban al castillo.  La abuela ofrecía café  y calor junto a la chimenea de su cocina.  Nunca tanta gente se había refugiado allí. Me di cuenta de que faltaban invitados.
Corrí escaleras arriba, a las habitaciones. Un fantasma atraviesa paredes, vuela y ve lo que otros no ven. Mas no puede hacer nada por romper un hechizo de amor. Toqué con las yemas de los dedos la madera de la puerta. Giré el pomo suavemente.  Le oí susurrar su nombre: "Ruth".
  Me colé en lo que antes había sido la habitación de Ted y su esposa  Nell. Las sábanas de raso blancas aún conservaban su perfume. La abuela se ocupaba de que fuera así.

  Un gran espejo, me devolvía la imagen que nunca hubiese querido ver. Recorrí de memoria sus labios, sus voluminosos hombros,  su pecho, que me olía a canela y a mantequilla. Ella era menuda y frágil. Me fijé en sus ojos verdes y enamorados,  su melena encendida cubriéndole sus pequeños pechos.
  Él nunca me había besado así,   de aquella forma tan abrupta, tan exigente y desesperada. La luna fue testigo. Los copos de nieve caían infinitos mientras Ruth ahogaba un grito en la almohada. Gotas de sudor resbalando por la espalda del que un día, había sido mi pastelero, mi dulce amor. Una lágrima invisible que no mojaría nada resbaló por mi rostro. Recordé que sólo era un fantasma y que aquellos recuerdos eran sólo  lo que me quedaba de él. Quise tocarlo, sentir el calor  de su piel por última vez. Mas hice mi trabajo, el motivo por el  que había regresado al castillo.
  Coloqué el diario de  nuestra  madre Odile, debajo de una tablilla de la escalera.  Corrí apresurada, tropezándome con Ms Marple, la confidente de  mi abuela, y su  única conexión  con el pueblo de Jackson, ahora que sus salidas eran cada vez más escasas, desde el suceso de Nochevieja.
  Los fantasmas no podemos pasar mucho tiempo entre los mortales. Nos confunden. Nos quitan energía y perdemos nuestros poderes sobrenaturales.
 
Pisó la tablilla, y perdió el equilibrio. El candelabro volando dejaba una estela de luz caldera. Ms Marple rodando hacia el abismo. No podía ser. Un ruido seco. Tom abrochándose la camisa. La chica asomándose en el umbral de la puerta,  en bragas. La voz de mi abuela pidiendo a gritos que alguien le ayudase a levantar a  la detective más famosa del condado.

  El diario con sus tapas plateadas hacía destellos entre las sombras.
  El diario en sus manos. En las manos de Ruth.
  Mi oportunidad se había esfumado.
 
 


 

 



 

 
 
 
 

miércoles, 1 de junio de 2016

La cabaña del bosque



 Todos  teníamos ganas de que Ms Marple se recuperara. Sobre todo yo, que sabía que ella me intuía tras las cortinas, en la cocina, debajo de las escaleras, y en el sótano.
Ella  notaba mi presencia invisible en el castillo porque aún conservaba  el olfato muy desarrollado, y guardaba  intacto en su memoria, el día en que nos conocimos.
- Hueles a buganvillas y musgo - afirmó.
- Cómo acertó mi perfume? - Le mentí.
- No es tu perfume, Berta, es la esencia de tu alma.
Y me sentí desnuda por dentro ante ella.

Y sé que me andaba buscando con sus ojos grises de mirada helada, con las manos huesudas y azuladas, con las grandes orejas  adornadas con perlas nacaradas…

Yo procuraba no estar en la misma estancia que ella – a menudo las criadas  del castillo la sacaban a pasear en una silla de ruedas que el médico de la comarca les facilitó-  pero a veces no me daba tiempo a escabullirme, y de repente aparecía una de las  muchachas  empujando la silla  - sus  ojos ahora  encendidos- como cuando notaba que tenía un nuevo y vibrante caso entre las manos y corría a contárselo a mi abuela Sophie durante  la merienda del domingo, o del viernes,  - si el ansia era grande-  y mi abuela podía coger un par de horas libre  de los fogones.
Tenía que terminar lo que había empezado, pero todo se complicó con ésa estúpida caída de Ms Marple, y con ése horrible descubrimiento que me dejó hecha trizas: La imagen de  Tom y la pelirroja desnudos  en la habitación que antes había sido de Nell y Ted.
 “Ruth” había susurrado Tom. Su nombre  me golpeaba las sienes cómo un martillo.
El diario en sus manos.
Lo primero de todo sería recuperar el diario, ¿Pero cómo, si todos los invitados se habían ido ya?
Me faltaba la magia y los ánimos suficientes para escapar del castillo y llegar hasta la chica de cabellera roja…
Llevaba días y días probando nuevos poemas,  brebajes hechos con plantas cómo me había enseñado la abuela, pero nada me hacía recobrar mis poderes, desde que sabía que Tom tenía una nueva amante.

Por eso decidí, que si me quedaba unos días más en el Castillo, quizá recuperase la memoria para salir de allí con algo más que la vestimenta que llevaba. Mi plan había fallado y ahora lo más urgente era recuperar el diario.
¿Qué más podía hacer?
En el pueblo no se hablaba de otra cosa:
Que si un fantasma había arrojado a Ms Marple por las escaleras, que si Tom tenía una nueva novia, que si la esposa de Ted, había tirado de la mesa del mantel para arrojar por los aires  todos los pastelillos de calabaza…
 Murmuraban sobre la pelirroja que había sido descubierta  desnuda  -  en mitad de las escaleras - con  todos los invitados esparcidos por la casa, histéricos buscando una salida, con los candelabros y las velas en la mano, con los gritos de Ms Marple  rompiéndoles sus oídos, y con una mujer  desnuda, de pálida piel, tapada por los brazos de un pastelero castigado por su lujuria.

A Tom no le vino mal ésa publicidad: Desde el día de Halloween , no había día que no vendiera por lo menos  media docena de   tartas de chocolate y calabaza,  o una  veintena    de tiramisús con canela y huesos de santo  - aparte de los pedidos diarios de los restaurantes de Jackson y del hotel   del condado vecino: Vicksburg.
Todo eso, más los panes y las magdalenas especiales de mantequilla y avellanas  diarias que servía  todas las  mañanas con los cafés de los desayunos,  hacían  a Tom estar de muy  buen humor: Por fin respiraba aliviado, y confiaba en la suerte, y en que su banquero no le llamaría otra vez amenazándole con quitarle el negocio por impago.   Todas las mujeres comentaban lo que ya no era un secreto en el condado: Que Tom podía estar muy orgulloso de su virilidad, y de que la pelirroja,  - Una tal Ruth, demasiado flacucha para el gusto de las pueblerinas de Jackson - debería estar muy contenta con ese hombre...
El pastelero  hacía una caja estupenda todos los días, y ya no daba abasto él sólo: Si las ventas continuaban subiendo de ésa manera, contrataría un aprendiz durante  el verano, para enseñarle el oficio, y quizá si  la cosa seguía bien, lo podría mantener  en el invierno.

     La niebla bajaba todas las tardes por Jackson,  como una lengua  gorda de gato que impedía que Ms Marple pudiese leer nada sin sus gafas con montura roja. El tiempo no pasa en balde para nadie, y aunque odiaba  comportarse como una anciana, justo ahora se daba cuenta, en aquellas circunstancias, de que lo era. 
 Jamás había pensado que se hospedaría allí, -  en el viejo Castillo -  el lugar dónde hacía años atrás se había cometido el crimen que había ensuciado su imagen de investigadora eficiente y perfecta. Justo el año en  que se retiraba, tuvo que hacerlo casi por la puerta de atrás, y aquél premio que ella contaba que lebhubieran dado,  fruto de tantos años de trabajo y de una vida sacrificada entera por y para  Jackson, se lo dieron al chiquilicuatre del sherif, siempre dispuesto a entorpecer sus  pesquisas: quitándole pruebas, negándole la posibilidad de que registrase una casa, un barco o un solar abandonado.  Prohibiéndole entrevistar  (ella prefería esta palabra a “interrogar”) a los sospechosos o a todo aquél que le pudiese facilitar una pista o un rastro que seguir, y todo  para adelantársele y pisarle la prueba definitiva que haría  que encajaran todas las piezas del puzle…
Su amor al trabajo y a la justicia lograron que se mantuviera a flote año tras año, aguantando a aquella penitencia  de lameculos  de  Louis, que se movía más por los intereses de su carrera política que por la calma y paz de su condado y sus ciudadanos.
Ahora tenía ante sus manos una oportunidad de oro para  husmear  todos los rincones del Castillo, si no fuera porque estaba impedida, y a todas partes que fuera, las ruedas chirriantes de la silla se escuchaban a kilómetros, anunciando su  llegada.

Notó a Ted - el viejo y fanfarrón Ted- un poco molesto por su presencia.

Brenda  en cambio sabía mostrar su sonrisa de morsa congelada.
Tenía que tener a alguien a su favor…  que la ayudase en sus averiguaciones, pero  ¿Quién se atrevería a desobedecer las órdenes del viejo gruñón de vigilarme?  Se preguntaba Ms Marple.
Ordenó que la bajaran al sótano. Todo estaba cómo Nell,  -la primera esposa de Ted  lo había dejado, pero ahora con más polvo y telarañas que antes.
Ms Marple iluminó la estancia con la vieja lámpara de aceite:
Una máquina de coser, con la puerta desvencijada y carcomida por la polilla. Aún le parecía  escuchar el ritmo de ésa Singer, y  ver a Sophie cosiendo vestidos de sedas de vibrantes  colores para sus nietas.
Cajas de madera apiladas que un día habían contenido vino y licores.
Una paellera gigante, un carro de madera con la pintura desconchada y el viejo piano. Pasó la mano por las teclas, que emitieron un sonido discordante, y le tiznaron la mano de mugre.
Un cajón con muñecas de trapo con las caras sucias, y faltas de un ojo, con una pierna soldada con una quemadura negra, o sin un brazo...
Una rueda enorme que no era del carro.
Una pala. Se acercó a ella. La sostuvo en las manos: Estaba comenzando a oxidarse. En el sótano había mucha  humedad, y por el ventanuco entraba una débil luz a través de los cristales sucios... Uno estaba roto.
Acercó la lámpara de aceite a la pala y  la sostuvo  entre sus manos. La olió. Pasó la mano por su perfil. Había tierra seca  pegada, y algo de color rojizo… La volvió a oler.
Entonces reparó en  el arcón con sus clavos imitando oro. Disfraces, libros viejos.


Un manojo de cartas atadas con un lazo gris le llamó la atención:  El remitente  era un tal Roger, de Atlanta, e iban  dirigidas a Odile.
Oyó pasos bajando la escalera, y sintió un perfume extraño, el que invadía toda la casa y le recordaba a quien ella sabía.
Rápidamente metió el fajo de cartas bajo su falda, y se apresuró a salir de la estancia. Margaret continuaba al pie de la escalera, absorta en peinarse la trenza  que le caía por la espalda.
-  ¿Encontró algo interesante Ms…?
-        Pues, la verdad que no…
-  Ya le dije yo que ahí no hay más que trastos, y quizá algún ratón. Desde que Odile no está, nadie más se ocupó de esto, y la señorita Brenda  nos tiene prohibida la entrada ahí.
-   ¿Por qué?
¡Quién sabe Ms Marple!  Esa mujer tiene más secretos que las tumbas de los faraones! ¡Y un humor de perros!
-    ¿Serías tan amable de hacerme un favor?
-      Si se trata de entrar con usté ahí, me va a permitir negarme -  Ms- pero le tengo miedo a la ama, y no quiero entrometerme en sus cosas.
-     No, tranquila Margaret. Sólo tienes que entrar un momento, coger la vieja pala, y envolverla en papel de periódico. Me la enviarás por correo a mi casa, sin que se entere el ama  ¿Podrías hacerlo por mí?

-          Oh! Ms Marple! ¿Para qué quiere usté ésa pala? ¿Acaso va a trabajar su parterre, en las condiciones en las que está?  ¡No me diga Ms Marple usté se está volviendo loca! - La joven empujó la silla dándole la vuelta, enfocando a la anciana de vuelta a las escaleras.
-       Noo, no, hágame  caso, la necesito y no me pregunte más. Lo importante es que nadie le  vea, que lo haga  a una hora en la que no le  vean salir con el paquete. Que no se note tampoco que es una pala, para que el cartero no sospeche… Haz una caja de cartón para ella, luego la envuelves en papel y la envías a mi dirección.

Ms Marple sacó una cartera color lila del bolsillo de la chaqueta, y le extendió un billete a la criada.

-          Para los gastos de envío, y lo que sobre es para usted… Ya me entiende, por hacerme un favor, y por mantener el se…
-  No hace falta que me dé nada  Ms- Interrumpió la joven- Y tráteme de tú, no se ande con remilgos , que conmigo no le hacen falta. Yo sé cuánto apreciaba a  Odile… ¿Usted sabe que a veces creo sentirla por estos pasillos? Todas las noches le rezo una oración… No me diga nada  más Ms Marple -  prefiero no saberlo-  no sé en qué líos estará metida esta vez, pero si la dueña se entera de que yo saco algo de la casa sin su permiso, ¡me corta la cabeza!  Perderé el trabajo ¿sabe? Y  lo necesito: mis hijos son pequeños, y el cabrón de su padre no da señales de vida, desde que se marchó a buscar trabajo a no se sabe qué plantación de algodón... Tengo miedo de que sea todo una mentira  ¿sabe? Que esté por ahí revolcándose con alguna guarra del cabaret, hasta que se le acabe el dinero que se llevó y que tantos años nos costó juntarlo. Eran los ahorros para los estudios de los chicos ¿sabe? Odile siempre me decía que lo más importante para ellos era tener unos buenos padres que les dieran una educación honrada.

-    Deja de preocuparte tanto, y llévame arriba, estoy cogiendo frío aquí con tanta humedad. Recuerda:  Cuando todos estén en sus habitaciones. Si madrugas antes de que ellos bajen a desayunar, nadie se enterará. ¿Cómo se llama tu marido?
-   Marc, Marc Robinson.
-  Intentaré averiguar si tomó el tren hacia Nashville o hacia alguna parte, y así estarás más tranquila. ¿Cuento contigo, Margaret?- La mulata hizo un gesto de desaprobación, negó con la cabeza y comenzó a llorar.

-          ¡Todo era más fácil cuándo estaba Odile, abuela! Ahora nadie vela por mí  ¿sabe? Esta bruja de ama nos tiene amargadas a todas, y a Ted también.  ¿Sabe que no duermen juntos? El viejo fanfarrón presume  en el pueblo de  que todavía está cañón  para cumplir con ella, pero la verdad es que ella no le deja tocar ni un pelo de su linda cabellera dorada. Una noche, les sentimos reír a carcajadas cómo si fueran horcas.  Sheryl y yo nos asomamos con sigilo al salón. Era un sábado por la noche. Ella estaba sentada a horcajadas sobre él, dándole latigazos en la espalda. Llevaba un corpiño de seda negra  muy escotado -  ya me entiende-  se le salían los pechos por el encaje,   y  él le gritaba que le diera más y más fuerte. Después cayeron los dos patas arriba  y él se golpeó la cabeza. Ella quedó despatarrada sobre el suelo y comenzó a gritar y a llamarle viejo inútil.  Ted comenzó a llorar como un niño y  se puso de rodillas, y le lamió la herida que  le sangraba  en la rodilla.


Bebían de unas  copas, que también  rodaron por el suelo. Ella le dijo algo así como que se habían acabado  “los sábados calientes”, y  él se disculpaba como un niño  y  ella gritaba que no le quería ver  en una temporada en su cama.  Y así es. Le da un beso de buenas noches en la frente -  cómo a un padre - y le lleva un vaso de leche caliente a su habitación antes de la medianoche,  pero sanseacabó. No hay más. Ni gemidos, ni besos ni susurros.
 Y a veces siento el portón de atrás - el de hierro forjado-  abrirse. Al principio creí que era el viento, que empujaba la puerta. Siento pasos por las escaleras, pasadas las doce. Hacia las tres, y sólo cuándo hay luna llena. Ted ronca, y no se entera de nada, pero yo sé que en la habitación de la ama duerme alguien más que ella.
-     Pues quiero saber más de ésas intrigas de alcoba Margaret… y  cuándo tengas  algo más, me escribes una nota.
-   ¿Cómo voy a escribirle una nota y comprometerme a que se pierda o a que alguien la lea?
-          ¡Déjame acabar, Margaret! – Me escribes una nota, enviada por correo, en la que escribes  “Ya tengo la receta del pastel de espárragos”. Esa será nuestra señal secreta, de que ya sabes algo concreto. Tú querías mucho a Odile, ¿verdad?  Y a su hija, Berta… Fuisteis amigas?

-          Oh claro, ella  era cómo una hermana para mí, no como su melliza Brenda. Si mi amiga levantara la cabeza y viera con quién se ha liado su propia hermana!!!

-    Pues ayúdame y no te arrepentirás. Cuando sepas algo, nos reuniremos   junto al puente que baja hacia el pueblo, hay un desvío del camino. Lo cogerás. En la entrada del bosque hay una cabaña de madera roja descolorida, con dos ventanas en la fachada. Te esperaré allí, al día siguiente de recibir la nota, a las cinco y media. Con la excusa de comprar algo que te hace falta para la cocina,  te puedes ausentar un par de horas -  justo para vernos -  y   espero tener algo en limpio sobre tu príncipe para entonces... Ten mucho cuidado, de que no sospechen de ti. Limpia bien los zapatos al llegar del bosque, que no lleven tierra húmeda pegada, o ensucies los suelos barnizados del Castillo. Nadie debe saber nuestros secretos. Si te portas bien, y me traes algo interesante, prometo ayudarte con los estudios de tus hijos.  ¿De acuerdo Margaret?

La chica de ojos azules y piel canela sonrió  con todos los dientes perlados que la naturaleza le había regalado y sus ojos brillaron con  la esperanza enamorada de la  juventud.

 “Así que tengo un  nuevo caso delante de mis  narices y   casi  había pasado por delante sin verlo” -  pensó la detective.


Las cartas de Odile.



 13- Abril de 1929

Querida Odile:     


Estoy cansado de bregar con los marineros, de explorar viejas y nuevas tierras y no encontrar nada. La semana pasada fuimos sorprendidos por unos piratas, menos mal que mi tripulación es brava y no se arredró, pero el peligro acecha en todo momento.

Creo que regresemos  pronto.  

 Te traigo unas  telas preciosas y de las más caras,  para que te hagas el mejor vestido de todo Jackson. Estarás preciosa, aunque tú no necesitas telas caras para estarlo.

Muchas gracias por tu carta, si no fuera por ti, no soportaría esto. Sabes que te quiero, es todo lo que te puedo prometer por ahora, no sabes lo que te echo de menos.

Si puedo estaré ahí antes de que des a luz lo que venga. Te dije que nos casaríamos y así va a ser.

Tuyo:

Roger.



4 de junio de 1930



Querida Odile:

Lamento decirte que no veremos tierra hasta dentro de un mes por lo menos.

Casi no nos quedan víveres, y en el barco hay luchas y peleas diarias. Para colmo, con la última tormenta el timón no anda muy bien, y el médico de la tripulación se cayó al mar antes de ayer. Tenía razón mi socio  Ted, cuándo dijo que este barco y este viaje estaban malditos. No dejo de pensar en ésas niñas, nuestras mellizas, en lo hermosas que estarán y en lo que se parecen a ti.  Espero que no te falte de nada, que tengas suficiente hasta que yo llegue. No te preocupes, que para los bautizos, estaré ahí.
Si Ted  te sigue faltando el respeto,  tendré que hablar  seriamente con él.  No tiene ningún derecho a tratarte así. Sólo de pensar que te puede poner las manos encima otra vez me dan ganas de retorcerle el cuello. Perdona que hable así, pero es que tú ya no eres su criada, se lo dejé bien claro: Eres mi esposa, y tus niñas son mis hijas y llevan  mi sangre. Espero que algún día todo esto  cambie, que negros y blancos tengamos los mismos derechos.
Si no estuviera tanto de viaje esto no ocurriría… Pienso en nuestro ya cercano reencuentro, en tu piel y mi piel, dándonos calor otra vez, cómo en una eterna luna de miel.
Te amo y te necesito Odile,  todas las noches pienso en ti mirando las estrellas.
Te quiero:
Roger.